Dazed and Confused

Sinopsis

Homero es un oficinista que trabaja religiosamente todos los días hábiles de la semana. Se siente atraído por un compañero de oficina, que parece ignorar la situación. Este sentimiento, lo sumerge en una búsqueda interior de respuestas a las nuevas interrogantes sexuales, que lo desorientan y atormentan. En su lucha interna, trata de refugiarse en sus creencias, de escaparse de sus pensamientos y romper con la dualidad sexual - religiosa, hasta lograr una solución final.

La Verdadera historia:

Soledad

Pensaba. Se sumergía una y otra vez en las sensaciones pasadas. Ya no se impresionaba con las difusas imágenes. Las amaba. Adoptaba cada una de ellas y les daba un sentido. Improvisaba grandes historias, efímeras. Desaparecían en cada sueño. Le agradaba esa irrealidad, esa quimérica idea que recorría lentamente todo su cuerpo.
Imperturbable, inconmovible, yacía sobre un viejo colchón en un galpón semi-desierto. Recostado observaba cada una de las cosas que lo rodeaban. Quizá el ostracismo le había quitado un poco de coherencia.
La suciedad lo envolvía. Un gris opaco decoraba cada uno de los rincones de la interminable guarida.
Grandes barriles alineados formaban una pared indestructible que delimitaba una especie de habitación. Numerosas cajas llenas de manuscritos ocupaban el 90% de ese cuarto. Clasificadas, apiladas unas sobre otras, tenían una jerarquía especial. Varias veces se preguntó acerca de ellas, pero nunca se atrevió ni siquiera a tocarlas.
A lo lejos se veía un pequeño baño, que se limitaba a usar solo para lo necesario.
Sobre una pared pegados, viejos carteles con leyendas desconocidas para el, parecían fundirse entre si.
Del lado de enfrente, una pequeña mesa, una silla y un cuaderno abierto completaban el paisaje.

Su estómago reproducía incesantes sonidos, casi como explosiones. Hacía ya 3 días que no comía, sin embargo, mantenía la calma. Su vida se había tornado atemporal. No distinguía el día de la noche. Ese desconocimiento lo hacia dormir mas de lo que quería. Se sentía inútil.
La soledad no lo incomodaba, ya estaba acostumbrado.
Extrañaba si algunas cosas, como la dulce caricia del sol a la mañana o el olor intenso de sus jazmines, esos que diseminaba por toda la casa, aromatizándola.
Un puñado de días pensó en quitarse la vida. No sabía como, ni cuando, pero lo anhelaba. No tenía un propósito, un objetivo y mucho menos un amor.

La espesa barba lo molestaba y su olor era repugnante. Las moscas lo rodeaban las 24 horas del día. Parecía ser un rey.

Al correr los días, fue perdiendo las fuerzas y la esperanza. Ya había recorrido más de 100 veces cada rincón del lugar, había escrito largos e inconexos textos y había perdido más de 10 kilos.

El 24 de abril lo volvieron a ver.
Había vuelto a su trabajo, ese que odiaba, había recuperado los kilos, la imagen y la postura.
Un traje negro, corbata roja, maletín en mano y de nuevo al ruedo.
Nunca comentó su “aventura”.
Solo soñó noche tras noche que alguien lo iba a buscar.